Desde el Corazón de America del Sur desde Tacna-Peru llega con una nueva vestidura el Rayo Inka

jueves, 6 de agosto de 2009

Lo que somos y lo que debemos ser


Antes que todo, debemos comprender la necesidad de entendernos recíprocamente; entre todos vamos a inquirir, vamos a buscar, a indagar, con el propósito de saber, realmente, cuál es el objeto mismo de la existencia.
Es indispensable saber de donde venimos, para dónde vamos, por qué estamos aquí y para qué. Vivir por vivir, comer para existir, tra­bajar para comer, no puede ser en verdad el único objeto de la vida. Indubitablemente, tenemos que resolver el enigma de nuestra exis­tencia, tenemos que entender el sentido de la vida.
Nuestro Movimiento Gnóstico tiene cinco millones de personas, se halla establecido en todo el Hemisferio Occidental y pronto estaremos conquistando la Europa, el Medio Oriente y la totalidad del Continente Asiático. Hemos formado una corriente esoterica cristica que no tiene sino un sólo motivo: la autorrealización íntima del Ser y eso es todo.
Así que, ha llegado la hora de saber quiénes somos. El cuerpo físico no es todo; ver el or­ganismo humano de cualquier persona, no es haber conocido en verdad al Ser. El organis­mo está compuesto de órganos, éstos de células, las células por moléculas y las moléculas por átomos. Si fraccionamos cualquier átomo, li­beraremos energía. En última síntesis, el orga­nismo humano esta compuesto por distintos tipos y subtipos de energía.
Einstein dijo: "Energía es igual a masa, multiplicada por la velocidad de la luz al cua­drado". También afirmó: "La masa se transforma en energía, la energía se transforma en masa". En síntesis diríamos que la vida toda es energía determinada por antiguas ondula­ciones vibratorias, determinadora de nuevas frecuencias oscilatorias.
Los científicos podrán conocer la mecánica de la célula viva, pero nada saben del fondo vital. En nombre de la verdad diremos que ellos han fabricado poderosos cohetes que viajan a la Luna, enormes barcos, bombas atómi­cas, etc., pero hasta ahora no han elaborado un germen vegetal, capaz o con posibilidades de germinar.
Jugarán con la inseminación artificial, podrán realizar muchos experimentos con zoos­permos y óvulos, podrían hasta lograr "hijos de incubadora" o "de cubetas", es incuestionable que cualquier zoospermo, unido con un óvulo, podría originar en circunstancias favorables, la célula germinal y ésta tendría posibi­lidades de desarrollo. Así pues, que puedan nacer "hijos de laboratorio", es algo que no lo ponemos nosotros en tela de juicio, mas eso no es, en modo alguno, haber resuelto el problema de la vida y de la muerte.
Si ponernos las sustancias químicas de un zoospermo y de un óvulo sobre la mesa del laboratorio para ser estudiada, estoy seguro que los científicos podrían perfectamente ela­borar un zoospermo masculino y un óvulo femenino; estoy seguro que podrían hacerlo muy igual al natural, pero lo que también es­toy absolutamente seguro es de que jamás, de tales gametos artificiosos, podría lograrse la creación de un nuevo organismo humano.
Don Alfonso Herrera, el sabio mexicano, una de las lumbreras más grandes que hemos tenido en nuestro país, México, logró crear la célula artificial, él fue el autor de la "Teoría de la Plasmogenia", creó una célula, muy similar a la célula natural, mas esa célula jamás tuvo vida, fue una célula muerta.
Así que, los hombres de ciencia juegan con la mecánica de los fenómenos, con lo que la naturaleza ha creado, mas no son capaces de crear una simple semilla vegetal, susceptible de germinar y sin embargo se pronuncian contra eso que es lo real, contra lo divinal, contra el divino Arquitecto del Uni­verso.
Fácil es pronunciarse contra el Logos, muy fácil es negar al divino arquitecto, pero demostrar tal aseveración, tal alega­ción, cuan difícil es, porque hasta ahora no ha aparecido sobre la faz de la Tierra un solo científico capaz de hacer el germen de la más insignificante hierba, un germen artificial y que ese germen, germine de verdad. Podrán hacerlo aparentemente muy exacto, pero no germina, está muerto. Podrán los científicos descomponer amibas o amebas y lograr tam­bién unión de organismos protoplasmáticos con otros protoplasmáticos, etc., etc., etc., pero jamás crearán vida, jugarán siempre con lo que ya está hecho.
Se hacen injertos vegetales, con los cuales se altera fundamentalmente la flor. Los frutos de tales injertos no tienen los mismo valores ener­géticos de los frutos realmente originales. En todo caso, se juega con la mecánica de los fenómenos, con lo que ya está hecho y eso es todo.
Cuando se trata de explorar el organismo humano, se descubre la célula viva, pero los científicos desconocen la fuerza vital. Obviamente, el organismo humano tiene un Nisus Formativus, es decir, un fondo vital orgánico. Quiero referirme, en forma enfática, al Lingam Sarira de los Teósofos, a la condensación termo electromagnética. Los científicos rusos, en estos momentos, están estudiando el Cuerpo Vital.
Podríamos usar la lógica deductiva o induc­tiva, los esilogismos o los prosilogismos, cual­quier disciplina intelectual de Oriente o de Occidente para defender nuestras tesis con respecto al Ego, cada cual es libre de usar pro­cedimientos de cualquier tipo para defender sus puntos de vista, relacionados con la cuestión egóica, pero tampoco eso resulta en el fondo inteligente. Hay que ir más lejos, hay que experimentar. Sólo así, con base en la experi­mentación directa y no indirecta, es como podemos en verdad sentar axiomas matemáticos con respecto al mí mismo, al Ego.
Obviamente, los mejores psicoanalistas, teo­sofistas, etc., etc., etc., han errado con respecto al Ego. Ya hablando sobre el "Ego sublimi­nal", fallan lamentablemente. El "Alter Ego" de los grandes espiritualistas, tampoco resiste un análisis superlativo y trascendental: es teó­rico en el fondo. Hasta la misma Blavatsky erró en cuanto al Ego, le consideró "divinal". Si ella hubiese experi­mentado la realidad del mismo, no habría de­fendido tanto la conciencia egóica.
¿Qué es, pues, ese Yo, ese mí mismo, ese sí mismo que en nuestro interior cargamos? Sólo autoobservándonos psicológicamente, descubriremos lo que es: manojo de deseos, recuerdos, pensamientos, opiniones, conceptos, pasiones, voliciones, etc. Ostensi­blemente, tal Ego ni siquiera es una unitotalidad, una unicidad; tal Ego, en el fondo, resulta pluralizado. Quiere decirse, con entera claridad, que el Ego es múltiple. Esto me recuerda a los tibetanos. Afirman ellos, en forma enfática, que dentro de cada ser humano existen muchos agregados psíquicos. Indubitablemente, los mismos representan, en verdad, nuestros defectos de tipo psicológico: ira, codicia, lujuria, envidia, orgullo, pereza, gula.
En el Crístico Evangelio del Gran Kabir Jesús, se dice que Jeshua sacó del cuerpo de María Magdalena siete demonios. Obviamente, se trata de los siete pecados capitales y de ello no cabe duda alguna. Mas estos siete se pueden multiplicar por otros siete y otros siete y otros más y en el fondo nuestros defec­tos son multifacéticos. Aunque tuviéramos mil lenguas para hablar y paladar de acero, no alcanzaríamos a enumerar nuestros defectos cabalmente.
Si se habla de "siete demonios", podría ci­tarse a millares de demonios, repito: nuestros defectos son polifacéticos. Entonces, tales miríadas de demonios, tales cantidades, forman el Ego. Incuestionablemente, el Yo es Yoes. Existe el Yo de la ira, el Yo de la codicia, el Yo de la lujuria, el Yo de la envidia, etc., etc. Toda esa multiplicidad de Yoes parecen personas, son personas psicológicas dentro de nuestra persona: se combaten entre sí mutuamente, no guardan orden de ninguna especie. Cuando uno de la legión logra dominar los centros capitales de la máquina, se cree el único, el amo, el señor; después, es desplazado.
Estamos llenos de muchas contradicciones en la vida: tan pronto afirmamos algo como lo negamos, no tenemos un Centro de Gravedad permanente. Esto indica, con entera claridad, que somos una multiplicidad de elementos indeseables. Lo más grave de todo esto es que dentro de cada elemento in­humano, se haya enfrascada la Conciencia.
Los psicólogos antiguos, del siglo pasado, denominaban "objetivo" a todo lo que corres­ponde al mundo físico, a la experiencia sensual y "subjetivo" a todo lo relacionado con los pro­cesos psíquicos. Nosotros los gnósticos somos diferentes: llamamos "objetivo" a lo real, a lo espiritual, a lo verdadero y "subjetivo" a lo sensual. Desafortunadamente, todos los elementos indeseables que en nuestra psiquis llevamos, son subjetivos; la Conciencia, la Esencia, se halla embotellada, enfrascada, embutida entre todos esos elementos de tipo subjetivo. Aho­ra nos explicaremos por qué la Conciencia de las personas se encuentra en estado inconsciente, dormida.
Desgraciadamente, las gentes en modo algu­no aceptarían que duermen; suponen las mul­titudes que están despiertas y cuando alguien les enfatiza la idea de que tienen la Conciencia dormida, hasta se ofenden. Si las gentes tuvie­ran la Conciencia despierta, podrían ver, oír, tocar o palpar las grandes realidades de los mundos superiores; mas las gentes duermen, tienen la Conciencia en sueño.
Despertar es indispensable, urgente, inapla­zable. Todos los aquí presentes están dormidos, duermen; todos los aquí presentes, jamás han visto el mundo como es. Ustedes sueñan con un mundo que no conocen, lo ven con subconsciencia onírica, jamás lo han visto realmen­te; creen que conocen el planeta Tierra, mas no lo conocen. Mas aún: estoy seguro que ni siquiera conocen un solo pelo de su bigote.
Preguntaría a cualquier varón de los aquí presentes: ¿cuántos átomos tiene, siquiera, un solo pelo de su bigote? ¿Quién podría darme una respuesta exacta y matemática? ¿Quién podría pasar, ante el pizarrón, para hacer la suma total de esos átomos, para demostrarlo con una ecuación aritmética, o para sentar una premisa, conducente a un silogismo exacto? Estoy seguro que eso no es posible; la Concien­cia de los aquí presentes, está dormida.
¿Quién, de los aquí presentes, ha visto alguna vez la verdad? ¿Quién conoce la verdad? Cuando a Jesús El Cristo le preguntaron "¿qué es la verdad"?, guardó silencio y cuando al Buddha Gautama Sakyamuni le hicieron la misma pregunta, dio la espalda y se retiró.
La verdad es lo desconocido de instante en instante, de momento en momento. Sólo con la muerte del Ego despierta la Conciencia y sólo la conciencia despierta puede experimen­tar eso que es lo real, eso que no es del tiempo, eso que está más allá del cuerpo, de los afectos y de la mente, eso que es la verdad.
En tanto nosotros no hayamos experimenta­do la verdad, nada sabremos sobre los Misterios de la Vida y de la Muerte. Sería imposible experimentar lo real si antes no libertamos la Conciencia, si antes no la extraemos de en­tre todos esos elementos indeseables que constituyen el Ego. Cuando nosotros hayamos quebrantado los diversos elementos inhuma­nos y subjetivos que forman el Yo de la Psicología Experimental, la Conciencia será libre, soberana. Sólo entonces sabremos qué es la verdad, sólo entonces experimentare­mos lo real.
Nosotros vivimos en sueños, no hemos visto, repito, el planeta Tierra tal cual es. Soñamos con el "sueño Tierra", pero esto es pictórico para nosotros. Cuando nuestra Conciencia despierte, veremos que la Tierra es muy diferente al sueño que teníamos sobre la mis­ma, veremos una Tierra multidimensio­nal, conoceremos el Cuerpo Vital de esta mole planetaria en que vivimos, descubriremos los Misterios de la Vida y de la Muerte, todo lo que es, lo que ha sido y lo que será.
Cuando la Conciencia despierte, entraremos en contacto con otras humanidades que viven junto a nosotros y que hasta la fecha presente, las ignoramos. No somos los únicos habitantes de la Tierra, la humanidad terrestre, en modo alguno, es la única humanidad que vive sobre la faz de la Tierra. Aquí, en esta Tierra que gira alrededor del Sol, conviven con nosotros otras humanidades; en las dimensiones superiores de la naturaleza, hay otras razas, huma­nas, diríamos, que desconocemos.
No todos los seres humanos salieron del Edén; aun existen razas humanas que no han salido del Edén y que viven en la Cuar­ta Vertical. En el cuerpo gigantesco vi­tal de esta mole planetaria que gira alrededor del Sol, gentes hay, repito, felices, en esta­do paradisíaco; gentes del Edén, de los Campos Elíseos, de la Tierra Prometida, donde los ríos de agua pura de vida manan leche y miel. Gentes que no han salido jamás del Paraíso, viven a nuestro lado y sin embar­go ni las vemos ni las tocamos, pero existen.
Ustedes, repito, no han visto el planeta Tierra, no lo conocen; sólo en sueños ven un planeta deformado, un planeta pictórico, un "Planeta sueño".
Despertar es indispensable. La humanidad común y corriente, tan sólo posee un tres por ciento de Conciencia despierta y un noventa y siete por ciento de Conciencia dormida. Raro es aquel que tiene un diez por ciento de Con­ciencia despierta. Si la humanidad en general tuviese siquiera diez por ciento de Conciencia despierta, entonces no habrían guerras.
Cuando uno desintegra el Ego, cuando lo re­duce a polvareda cósmica, cuando llega a la aniquilación budista, la Conciencia se despierta, absolutamente, en un cien­to por ciento. Entonces se abren ante nosotros las puertas maravillosas de la Tierra Prometida, entonces nos ponemos en contacto con los Dioses antiguos, citados por la mitolo­gía griega; entonces descubrimos, verdadera­mente, lo que es la religion-sabiduria.
No sería posible nada de esto, si antes no nos resolviéramos a pasar por un cambio radical. Así como estamos, con la Conciencia dormida, en estado de inconsciencia total, somos verda­deros cadáveres vivientes, estamos muertos para el Ser, no tenemos realidad ninguna.
En nombre de la verdad he de decirles que ustedes son víctimas de las circunstancias. Es necesario aprender cómo iniciar nuevas causas, pero nosotros somos víctimas de las mismas. Sólo el Ser puede hacer, nosotros no podemos hacer nada. Existimos, sobre la faz de la Tierra, exclusivamente con el propósito de ser­vir a la economía de la naturaleza.
Cada uno de nosotros es una máquina encar­gada de captar determinados tipos y subtipos de energía y las retransmite a las capas ante­riores del organismo planetario. Somos máqui­nas al servicio de la economía de la naturaleza; nos creemos muy grandes y muy sabios, cuan­do en verdad no somos sino máquinas al servi­cio de la gran naturaleza.
La humanidad entera es un órgano de la naturaleza, un órgano encargado, precisamente, de asimilar y eliminar determinadas substancias y fuerzas. Y nos creemos poderosos, cuando en verdad no lo somos; reconocer lo que somos, es indispensable.
Creemos ser ya hombres, en el sentido más completo de la palabra, cuando todavía no lo somos. Ser hombres, es algo muy grande. El hombre es el rey de la creación y nosotros ni siquiera somos reyes de sí mismos; no hemos aprendido a dirigir conscientemente nuestros procesos psíquicos y sin embargo nos creemos grandes. Hemos de empezar si queremos cambiar, por reconocer lo que somos. Incuestionablemente, no somos más que animales intelectuales condenados a la pena de vivir, pero nos creemos sabios.
El Logos, el Sol, está haciendo en estos instantes un gran experimento; lo hace en el tubo de ensayos de la naturaleza, quiere crear hombres. En la época de Abrahán, el judío, se hicieron muchas creaciones; durante los pri­meros ocho siglos del cristianismo, se lograron crear cierta cantidad de hombres; por estos tiempos, se está haciendo un nuevo esfuerzo: se quiere crear hombres.
El Sol ha depositado, en nuestras glándulas sexuales, los gérmenes para el hombre; pero esos gérmenes pueden perderse, no es seguro que se desarrollen. Si queremos que el hombre nazca en nuestro interior, como la mariposa de la crisálida, necesitamos cooperar con el Sol. Sólo así podrán tales gérmenes desarro­llarse en nosotros.
Obviamente, se necesita de un terreno ade­cuado para el desarrollo de los gérmenes del hombre: se necesita de la disponibilidad al hombre. Si alteramos el organismo, si nos prestamos a los injertos glandulares, si es­tamos de acuerdo con los transplantes orgánicos, etc., el terreno orgánico no será favorable para el desarrollo de los gérmenes del hombre.
En el pasado hubo una raza humana que, definitivamente, estableció una dictadura polí­tica (una raza de las épocas secundaria o primaria). Tal raza prohibió todo lo relacionado con cuestiones religiosas; la religión estorbaba a los fines políticos de los dictadores. La libre iniciativa fue desintegrada, eliminada; como secuencia o corolario, la inteligencia comenzó a degenerar. Esa raza se entregó a toda clase de experimentos glandulares, transplantes, etc. Con el tiempo comenzó a deformarse, la morfología fue alterada fundamentalmente; los procesos degenerativos se intensificaron cada vez mas: se empequeñeció a través de los siglos la citada raza. Pasaron miles y millones de años y su involución se fue haciendo cada vez más atroz; terminó dentro de un circulo mecánico horrible, nefasto. Aun existe esa raza degenerada, aún vive sobre la faz de la Tierra. Quiero referirme, en forma enfática, a las hor­migas: raza humana degenerada.
No estoy afirmando nada en forma dogmá­tica, como suponen algunos en este Auditorio. Quien haya desarrollado las facultades super­lativas y trascendentales del Ser, quien pueda dominar completamente los legovinis­mos del gran Avatara Ashiata Shiemans, quien haya despertado la Conciencia superla­tiva y trascendental, quien haya eliminado el Ego, podrá (estudiando las Tablillas Akáshicas de la naturaleza) verificar por sí mismo y en forma directa, no indirecta, lo que aquí estoy afirmando enfáticamente.
Discutir por discutir, o sentar antítesis para argüir, con el propósito de destruir las afirma­ciones aquí hechas, resulta demasiado superfi­cial y sin bases, cuando no se ha experimentado con los legovinismos de Ashiata Shiemans.
Así que, si nosotros no cooperamos con el experimento solar, sería imposible que los gér­menes para el hombre se desarrollasen en nues­tro interior. Son los gérmenes para el Cuerpo Astral, que todavía no los tiene la hu­manidad; son los gérmenes para el Cuerpo Mental, que tampoco los tiene la gente; son los gérmenes para el Cuerpo de la Vo­luntad Consciente, que aún no los tiene la humanidad.
Sin embargo, teosofistas, pseudorosacrucistas, yoguistas, acuarianistas, etc., etc., etc., creen que tienen todo esto y más; creen que ya tienen el septenario teosófico, que son hombres íntegros, unitotales, que ya van para dioses inefables, etc., etc., ¡aunque se emborrachen en las cantinas!
La cruda realidad de todo esto es que para crear el Cuerpo Astral, se necesita de la Sexología trascendental y trascendente, se necesita aprender a manejar el mercurio de la filosofía secreta, se necesita, de verdad, entrar por el camino de la regeneración sexual, porque los degenerados del infrasexo, los fornicarios, los adúlteros, los homosexuales, las lesbianas, etc., son semilla podrida, de la cual no puede salir jamas el hombre; de esa clase de criaturas lo único que salen son larvas.
¡O nos vamos a regenerar, o marcharemos por el camino involutivo descendente, de los Mundos Infiernos! Estamos ante el dilema del Ser y del no Ser de la Filosofía; estos no son momentos para estar jugando con vana palabrería insubstancial de charla ambigua, estos no son momentos como para estar deleitándonos con sofismas de distracción. Ha lle­gado el instante mas terrible, en que nos en­contramos, ha llegado el momento en que tene­mos que definirnos: o nos convertimos en hom­bres o involucionamos entre las entrañas de la Tierra.
Podría decírseme lo siguiente: Usted, ¿con qué autoridad afirma eso, en qué se basa? En nombre de la verdad tengo que decirles a uste­des, gústeles o no les guste, crean o no lo crean, que soy el Quinto de los Siete, que soy Samael, que soy el Regente de Marte.
¡No me importa si ustedes lo creen o no lo creen! En tiempos de Jesús tampoco se aceptó al Gran Kabir y nunca se ha creído en ningún Maestro que ha venido a la Tierra, ni a ningún Avatara. Tampoco puedo aspirar a que uste­des crean en mí. No se creyó en Buddha y se le enveneno, no se creyó en Jetsun Milarepa y también se le echó veneno, no se creyó en Jesús de Nazaret y se le crucificó, no se creyó en Apolonio de Tyana y se le hizo morir en un po­dridero, allá en un horrible calabozo de Roma.
De manera que la humanidad odia a los profetas. Por lo tanto no creo, no puedo creer de ninguna manera, que ustedes me admi­tan como Avatara ni nada por el estilo. Pero sí digo lo que me consta; tengo el valor de decir, a los que crean y a los que no crean, de que todavía los seres humanos, que pue­blan la faz de la Tierra, no son hombres sino animales, bestias, porque comen y duermen y viven como las bestias. En tanto no nos resol­vamos a crear los Cuerpos Existenciales Supe­riores del Ser, continuaremos siendo bestias.
Así pues, si queremos crear esos cuerpos para recibir los principios anímicos y espiritua­les que nos han de convertir en verdaderos hombres, necesitamos regenerarnos sexualmen­te, acabar con el horrible vicio de la fornica­ción, acabar con la masturbación, con el homo­sexualismo, con el lesbianismo, con el adulterio asqueante. Sólo así y procediendo con energía, podremos regenerarnos.
¿De qué sirve que nos llenemos la cabeza de teorías, si estamos podridos por el adulterio y la fornicación? ¿De qué sirve que nos leamos todas las bibliotecas del mundo, si continuamos siendo lo que somos? ¡Aunque digamos que somos y somos, no seremos más que lo que somos!
Así pues, ha llegado la hora de la regenera­ción y eso es lo fundamental. Transmutar las energías creadoras es básico, pero las gentes odian la transmutación. La odian porque el Ego odia lo que significa regeneración. El Ego no tiene ganas de morir; a nadie le gusta que le pongan una pistola en el pecho, a nadie le gusta que lo amenacen con una ametralladora, ­al Ego no le puede gustar jamás que alguien le presente una Doctrina relacionada con la transmutación sexual y la regeneración. Eso va contra el placer sexual, eso va contra la orgía, contra el vicio, que es lo que más quiere el Ego.
Así pues, es una disyuntiva la que tenemos: o nos regeneramos o pereceremos. Pronto una masa planetaria llegará a la Tierra, una masa gigante, me refiero a Hercólubus. Tal masa producirá una revolución total de los ejes de la Tierra y los mares se tragarán los actua­les continentes. Los fornicarios, los perversos y los adúlteros, tendrán que entrar a las en­trañas de la Tierra para involucionar en el tiempo.
Quienes oigan estas palabras dirán que no hay amor y se equivocan. Sí hay amor; lo que no hay, en modo alguno, es pietismo, mo­jigatería, tolerancia con el delito, con el vicio, etc., etc., etc.
Estamos aquí, todos, para estudiar esta no­che lo que somos y lo que debemos ser. He dicho que el Ego no es más que un montón de diablos en nuestro interior, he dicho que necesitamos aniquilar todos esos defectos psicológicos. He dicho también que necesita­mos crear los cuerpos, que no tenemos, para convertirnos en hombres. La transmutación es básica para la creación de esos cuerpos. Hay que transmutar el esperma sagrado en energía; esa energía creadora, es el mercurio de la filosofía secreta, el mercurio de los sabios. Con esa energía maravillosa podemos realizar la crea­ción de los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser.
En Alquimia se habla de la sal, del azu­fre y del mercurio. Nosotros somos la sal de la Tierra; esa sal debe ser fecundada por el mercurio y por el azufre. El mercurio es el alma metálica del esperma, es la energía creadora del Tercer Logos. El azufre es el fuego divinal en nosotros, el Fohat, esa ígnea llamarada que debe desarrollarse en nuestra espina dorsal.
Cuando logremos la fusión completa de la sal, del azufre y del mercurio, mediante la transmutación y sublimación, tendremos el material para crear el Cuerpo Astral, ten­dremos el material para crear el Cuerpo de la Mente y tendremos el material para crear el Cuerpo de la Voluntad Consciente.
La clave es muy sencilla y no tendré in­conveniente alguno en darla aquí, ante este auditorio, aquí, a todos reunidos: conexión del Lingam-Yoni sin eyacula­tion del ens seminis, porque en el ens seminis esta el ens virtutis del fuego... Este artificio maravilloso, extraordinario, es el secreto secretorum de los alquimistas medievales.
Antiguamente, en el Egipto de los Faraones, este secreto secretorum de la Ciencia de Her­mes, solamente se entregaba de labios a oídos y bajo palabra de juramento; así lo recibí yo en la tierra de los Faraones. Quien violaba el juramento, era condenado a pena de muerte. Los papiros egipcios dicen que se le "cortaba la cabeza, se le arrancaba el corazón, se quemaba su cuerpo y las cenizas eran lanzadas a los cuatro vientos".
Ahora, muchos no quieren este fino artifi­cio, este secreto secretorum, porque se los estoy dando de regalado. En el Egipto antiguo cos­taba hasta la vida y entonces este secreto se apreciaba. Los sabios siempre guardaron el secreto de la preparación del mercurio, yo no lo guardo, se lo entrego a ustedes, es ese.
Si ustedes fabrican mercurio, crearán los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser y po­drán entonces recibir los principios anímicos y espirituales y convertirse en hombres, pero en hombres de verdad. Empero es necesario eliminar los elementos indeseables que en el interior se cargan, porque si alguien fabricase los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser, si alguien crease los vehículos trascendentales del Ser y no eliminase los elementos indesea­bles que en nuestro interior cargamos, se convertiría en un Hanasmussen con doble centro de gravedad.
Advierto esto porque no tengo ganas de sa­car una cosecha de Hanasmussen; yo trabajo para crear hombres, hombres solares; ese es el objeto de la misión que estoy cumpliendo: he venido a crear hombres. En nombre de la realidad, en nombre de la ver­dad, digo: se hace indispensable eliminar el mercurio seco, es decir, los Yoes que, en su conjunto, constituyen el Ego.

Paz Inverencial
Servidor Samael

Identidad, Valores e Imagen

Vamos a platicar un poco... Ciertamente, a través de estas disquisiciones, nos proponemos entre todos buscar una solución a muchas inquietudes íntimas. No pretendo saber más que ustedes, ni creo que ustedes pretendan saber más que mi insignificante persona. Sólo queremos reunirnos para compartir nuestras inquietudes y eso es todo. Nos anima, pues, la sinceridad.
Necesitamos del bienestar integral. Todos sufrimos, tenemos amarguras en la vida y queremos cambiar. En todo caso, pienso yo y ustedes estarán de acuerdo, que el bienestar integral es el resultado del autorrespeto. Esto parecería bastante extraño a un economista, a un filósofo, etc. ¿Qué tendría que ver, por ejemplo, el autorrespeto con la cuestión económica, o con los problemas relacionados con el trabajo, con la fuerza del trabajo, o con el capital, etc.? Voy a decirles lo siguiente: el Nivel del Ser atrae nuestra propia vida.
Vivíamos nosotros en una casa muy hermosa de la ciudad de México; tras esa casa existe un terreno muy amplio que estaba vacío. Un día cualquiera, un grupo de "paracaidistas" (como les llamamos) invadió aquel terreno. Pronto edificaron sus chozas de cartón y se establecieron allí. Incuestionablemente, se convirtieron en algo sucio dentro de aquella colonia tan hermosa. No quiero subestimarlos, pero (realmente) si sus chozas de cartón estuvieran aseadas, nada les objetaría. Desgraciadamente, había entre esas gentes un desaseo espantoso.
Observé cuidadosamente, desde la azotea de la casa, la vida de aquellas personas: se insultaban, se herían, se emborrachaban, no se respetaban a sí mismas, tampoco respetaban a sus semejantes y su vida era horripilante en miserias y abominaciones. Si antes no se veían por ahí las patrullas de la policía, después estas andaban siempre visitando la colonia; si antes esa colonia era pacifica, después se volvió un infierno. Así pude evidenciar que el Nivel del Ser atrae nuestra propia vida; eso es obvio.
Supongamos que uno de esos habitantes resolviera, de la noche a la mañana, respetarse a sí mismo y respetar a los demás. Entonces, obviamente, cambiaría.
¿Qué se entiende por "respetarse a sí mismo"? Dejar la delincuencia, no robar, no fornicar, no adulterar, no envidiar el bienestar del prójimo, ser humilde, sencillo, abandonar la pereza, convertirse en una persona activa, aseada, decente, etc. Al respetarse un ciudadano a sí mismo, cambia de Nivel del Ser (eso es lógico) y al cambiar de Nivel del Ser, incuestionablemente, atrae nuevas circunstancias, pues se relacionaría con gentes más decentes, con gentes distintas, y posiblemente ese motivo de relaciones provocaría un cambio económico y social en su existencia. Así se cumpliría esto que estoy diciendo: de que el autorrespeto integral viene a provocar el bienestar social y económico. Pero si uno no sabe respetarse a sí mismo, tampoco respeta a sus semejantes y se condena (a sí mismo) a una vida infeliz, desventurada.
El bienestar integral está en el autorrespeto. No olviden ustedes que "lo exterior es tan sólo la reflexión de lo interior". Eso ya lo dijo Don Emmanuel Kant, el filósofo de Königsberg. Si estudiamos cuidadosamente "La Critica de la Razón Pura", descubrimos, ciertamente, que "lo exterior es lo interior" (palabras textuales de Don Emmanuel Kant).
La imagen exterior del hombre y las circunstancias que le rodean, son el resultado de la autoimagen. Todos tenemos una autoimagen. Esa palabra, "autoimagen" (compuesta), es profundamente significativa. Precisamente me viene a la memoria, en estos momentos, la fotografía aquélla de Fernando. Se le saca una fotografía a nuestro amigo Fernando, y como cosa curiosa salen en la foto dos Fernandos: uno, muy quieto, en posición firme, con el rostro hacia el frente, el otro aparece caminando frente a él, con el rostro diferente, etc. ¿Cómo es posible que en una foto salgan dos Fernandos? Yo creo que esta foto vale la pena ampliarla, porque puede servir para mostrarla a todas las personas en estos estudios.
Obviamente, yo pienso que el segundo Fernando sería la autorreflexión del Fernando original; eso es obvio. Porque escrito está que "la imagen exterior del hombre y las circunstancias que le rodean, son el resultado de la autoimagen". También está escrito que "lo exterior es tan sólo la reflexión de lo interior". Y Las personas y las cosas con las que nosotros nos encontramos en la vida, son la autorreflexión de nosotros mismos, porque "lo exterior es lo interior", dijo Don Emmanuel Kant, el filósofo de Königsberg.
Así que, si nosotros no nos respetamos, si la imagen interior de sí mismos es muy pobre, si estamos llenos de defectos psicológicos, de lacras morales, incuestionablemente surgirán eventos desagradables en el mundo exterior, dificultades económicas y sociales, etc. No olvidemos que la imagen exterior del hombre y las circunstancias que le rodean, son el resultado de la autoimagen.
Tenemos una autoimagen (fuera existe la imagen exterior, que puede ser fotografiada, pero dentro tenemos otra imagen: la autoimagen), o para aclarar mejor diremos que fuera tenemos la imagen física, sensible, y dentro tenemos la imagen de tipo psicológico, hipersensible.
Si fuera tenemos nosotros una imagen pobre, miserable, y si a esta imagen le acompañan circunstancias desagradables: una situación económica difícil, problemas de toda especie, conflictos (ya en la casa, en la calle, en el trabajo, etc.), pues esto se debe, sencillamente, a que nuestra autoimagen de tipo psicológico es pobre y defectuosa, horripilante. En el medio ambiente reflejamos nuestra miseria, nuestra nadidad, lo que somos.
Si queremos cambiar, necesitamos un cambio total: Imagen, valores e identidad, deben cambiar radicalmente.
Decía yo en una de las platicas aquí, que cada uno de nosotros es un punto matemático en el espacio que accede a servir de vehículo a determinada suma de valores. Algunos sirven de vehículos a valores geniales y otros podrán servir de vehículos a valores mediocres (cada cual es cada cual).
La mayor parte de los seres humanos sirven de vehículo a los valores del Ego, del Yo, del mí mismo, del sí mismo. Estos valores pueden ser positivos o negativos.
Así que, identidad, valores e imagen, son un todo único.
Digo que debemos pasar por una transformación radical: afirmo, en forma enfática, que identidad, valores e imagen, deben ser cambiados totalmente. Necesitamos una nueva identidad, nuevos valores, nueva imagen (eso es revolución psicológica, revolución íntima). Absurdo es continuar dentro del circulo vicioso en que actualmente nos movemos: necesitamos cambiar totalmente.
No olviden, pues, que la autoimagen de un hombre da origen a su imagen exterior. Al decir "autoimagen", me refiero a esa imagen psicológica que tenemos.
¿Cuál será nuestra imagen psicológica? ¿Será la del iracundo, la del codicioso, la del lujurioso, la del envidioso, la del orgulloso, la del perezoso, la del glotón, o qué? Cualquiera sea la imagen que de sí mismos tengamos (o mejor dijéramos, la autoimagen), dará origen, como es natural, a la imagen exterior.
La imagen exterior, aunque esté muy bien vestida, podría ser pobre. ¿Es acaso bella la imagen de un orgulloso, de alguien que se ha vuelto insoportable, que no tiene un rasgo de humildad? ¿Es acaso muy agradable la imagen de un lujurioso? ¿Cómo actúa un lujurioso, cómo vive, que aspecto presenta dentro de su recamara, cuál es su comportamiento en la vida íntima, con el sexo opuesto?
¿O tal vez se haya degenerado? ¿Cual sería la imagen externa de un envidioso, de alguien que sufre por el bienestar del prójimo y que en secreto hace daño a otros por envidia? ¡Que horrible imagen la que presenta un perezoso: no quiere trabajar, sucio, abominable! ¿Y que diríamos del glotón? Así que, la imagen exterior es el resultado de la imagen interior; eso es obvio.
Si un hombre aprende a respetarse a sí mismo, cambia su vida, no solamente dentro del terreno de la ética o de la psicología, sino también dentro del terreno social y económico, y hasta de la política. Pero hay que cambiar; por eso insisto, mis estimables amigos, en que identidad, imagen y valores, deben cambiar.
La identidad actual, los valores actuales, la imagen que de sí mismos tenemos actualmente, es miserable. Debido a eso, la vida social esta llena de conflictos y problemas económicos. Nadie es feliz por este tiempo, nadie es dichoso.
Pero, ¿podría cambiar la imagen, los valores, la identidad que tenemos? ¿Podríamos asumir una nueva identidad, nuevos valores, nueva imagen? Afirmo, claramente, que sí es posible.
Incuestionablemente, necesitamos desintegrar el Ego. Todos tenemos un Yo. Cuando golpeamos en una puerta y se nos pregunta "¿quien es?", respondemos: "¡Yo!" Pero, ¿quién es ese Yo, quién es ese mí mismo? En realidad de verdad, el Ego es una suma de valores negativos (o positivos, podríamos decir). Entonces podríamos servir de vehículo a nuevos valores: a los valores del Ser. Pero en éste caso necesitamos de una didáctica, si es que queremos eliminar los valores que tenemos actualmente para provocar un cambio.
Ante todo sería necesario, en realidad de verdad, apelar al psicoanálisis íntimo. Cuando uno apela al psicoanálisis íntimo para conocer sus defectos de tipo psicológico, surge una gran dificultad. Quiero referirme, en forma enfática, a la fuerza de la contra transferencia. Uno puede autoinvestigarse, uno puede introvertirse, más cuando lo intenta, siempre surge la dificultad de la contra transferencia (se trata de transferir nuestra atención hacia adentro, con el propósito de autoexplorarnos para autoconocernos y eliminar los valores negativos que nos perjudican psicológicamente: en lo social, en lo económico, en lo político y hasta en lo espiritual). Desafortunadamente, repito, cuando uno trata de introvertirse para autoexplorarse y conocerse a sí mismo, de inmediato surge la contra transferencia, que es una fuerza que dificulta la introversión. Si no existiera la contra transferencia, la introversión se haría más fácil. Desgraciadamente, la contra transferencia dificulta completamente la introversión, y necesitamos del psicoanálisis íntimo, necesitamos de la autoinvestigación íntima para autoconocernos realmente.
Recordemos nosotros aquélla frase de Tales de Mileto: "Nosce Te Ipsum" ("conócete a ti mismo"). Cuando uno se conoce a sí mismo, puede cambiar; mientras a sí mismo no se conozca, cualquier cambio resultará inútil.
Pero ante todo, mis estimables amigos, necesitamos del autoanálisis. ¿Cómo vencería uno la fuerza de la contra transferencia que dificulta el psicoanálisis íntimo, o el autoanálisis? Esto solamente sería posible, en realidad de verdad, mediante el Análisis Transaccional y el Análisis Estructural.
Cuando uno apela al Análisis Estructural, conoce esas estructuras psicológicas que dificultan y hacen casi imposible la introspección íntima. Conociendo tales estructuras, las comprendemos, y comprendiéndolas podemos entonces vencer el obstáculo.
Necesitaríamos algo más: necesitaríamos también del Análisis Transaccional. Existen las transacciones bancarias, comerciales, etc., y también existen las transacciones psicológicas: los diversos elementos psicológicos que en nuestro interior cargamos, están sometidos a las transacciones, a los intercambios, a las luchas, a los cambios de posición, etc. No son algo inmóvil, existen siempre en estado de movimiento.
Cuando uno, mediante el Análisis Transaccional y el Análisis Estructural, ha conseguido desintegrar o disolver completamente los valores negativos, se respeta a sí mismo y al respetarse a sí mismo, respeta a los demás; se convierte, dijéramos, en una fuente de bondad para todo el mundo, se convierte en una criatura perfecta, consciente, maravillosa.
Esa autoimagen (mística, dijéramos) de un hombre despierto, originará por secuencia o corolario, la imagen perfecta de un noble ciudadano, cuyas circunstancias serán benéficas también en todo sentido; será un eslabón de oro en la gran cadena universal de la vida, será un ejemplo para el mundo entero, una fuente de dicha para muchos seres: un iluminado, en el sentido más trascendental de la palabra; alguien que gozara de un éxtasis continuo y delicioso.
No olviden ustedes, mis queridos amigos, que en Dinámica Mental necesitamos saber algo sobre el cómo y el por qué funciona la mente. La mente, incuestionablemente, es un instrumento que nosotros debemos aprender a utilizar conscientemente. Pero sería absurdo suponer que tal instrumento fuese eficiente, si antes no conocemos el cómo y el por qué de la mente.
Cuando uno conoce el cómo y el por qué de la mente, cuando conoce los diversos funcionalismos de la misma, puede controlarla y hasta se convierte en un instrumento útil, perfecto; en un maravilloso vehículo, mediante el cual podemos nosotros laborar en beneficio de la humanidad.
Se necesita en verdad de un sistema realista, si es que en verdad queremos conocer el potencial de la mente humana.
Por estos tiempos abundan muchos sistemas para el control de la mente. Hay quienes piensan que ciertos ejercicios artificiosos pueden ser magníficos para el control del entendimiento; hay muchas escuelas, existen muchas teorías sobre la mente, y muchos sistemas. Más, ¿cómo sería posible, en realidad de verdad, hacer de la mente algo útil? ¿Piensan ustedes que si nosotros no conocemos el cómo y el por qué de la mente, podríamos conseguir que ésta fuera perfecta? Necesitamos conocer los diversos funcionalismos de la mente, si es que queremos que la misma sea perfecta.
¿Cómo funciona, por qué funciona? Ese "cómo" y "por qué", son definitivos.
Si lanzamos nosotros, por ejemplo, una piedra a un lago, veremos que se forman ondas. Estas son la reacción del lago, del agua contra la piedra. Similarmente, si alguien nos dice una palabra irónica, esta palabra llega a la mente y la mente reacciona contra tal palabra; entonces vienen los conflictos.
Todo el mundo está en problemas, todo el mundo vive en conflicto. Yo he observado, cuidadosamente, las mesas de debate en muchas organizaciones, escuelas, etc.; no se respetan los unos a los otros. ¿Por qué? Porque no se respetan a sí mismos.
Obsérvese un Senado, o una Cámara de Representantes, o simplemente la mesa de una escuela: si alguien dice algo, otro se siente aludido, se enoja, dice algo peor, y riñen entre sí los miembros de una Junta Directiva. Esto indica que la mente de cada uno de ellos reacciona contra los impactos provenientes del mundo exterior, y resulta gravísimo.
Uno tiene que, en verdad, apelar al psicoanálisis introspectivo para explorar su propia mente; se hace necesario autoconocernos un poco más dentro de lo intelectual.
¿Por qué reaccionamos ante la palabra de un semejante? En estas condiciones, nosotros siempre somos víctimas: si alguien quiere que estemos contentos, basta que nos de unas palmaditas en el hombro y nos diga algunas palabras amables; si alguien quiere vernos disgustados, bastaría con que nos dijera algunas palabras desagradables. Entonces, ¿donde está nuestra verdadera libertad intelectual? ¿Cuál es? Si dependemos completamente de los demás, somos esclavos; nuestros procesos psicológicos, en realidad de verdad, dependen exclusivamente de otras personas, no mandamos en nuestros propios procesos psicológicos. ¡Esto es terrible: otros son los que mandan en nosotros, en nuestros procesos íntimos!
Un amigo, de pronto viene y nos dice que nos invita a una fiesta. Vamos a la casa del amigo, nos brinda una copa, nos da pena no aceptársela, nos la tomamos. Viene otra copa y también nos la tomamos, y otra y "le seguimos" y al fin terminamos embriagados. El amigo fue dueño y señor de nuestros procesos psicológicos.
¿Creen ustedes que una mente así puede servir acaso para algo? Si alguien manda en nosotros, si todo el mundo tiene derecho a mandar en nosotros, ¿entonces donde está nuestra libertad intelectual? ¿Cuál es?
De pronto nos hallamos ante una persona del sexo opuesto, nos identificamos mucho con esa persona y a la larga terminamos metidos en fornicaciones o en adulterios. Quiere decir que aquella persona del sexo opuesto pudo más: inició nuestro proceso psicológico, nos controló, nos sometió a su voluntad. ¿Es esto libertad?
El animal intelectual equivocadamente llamado hombre, en realidad de verdad se ha educado para negar su autentica identidad, valores e imagen. ¿Cuál será la auténtica identidad, valores e imagen íntima de cada uno de nosotros? ¿Será acaso el Ego, o la personalidad? ¡No! Mediante el análisis introspectivo, podríamos pasar más allá del Ego y descubrir al Ser.
Incuestionablemente, el Ser en sí mismo es nuestra auténtica realidad, valores e imagen. El Ser, en sí mismo, es el C.H., el Cosmos Hombre, o el Hombre Cosmos. Esa es nuestra autentica identidad, valores e imagen.
Desgraciadamente, como ya les he dicho, el animal intelectual falsamente llamado hombre, se ha autoeducado para negar sus propios valores íntimos, ha caído en el materialismo de esta época degenerada, se ha entregado a todos los vicios de la Tierra, marcha por el camino del error.
Aceptar la cultura negativa, instalada subjetivamente en nuestro interior, siguiendo el camino de la menor resistencia, es un absurdo. Desgraciadamente las gentes, por esta época, gozan siguiendo el camino de la menor resistencia y aceptan la falsa cultura materialista de estos tiempos, dejan o permiten que sea instalada en su psiquis, y es así como llegan a la negación de los verdaderos valores del Ser.
Quiero que reflexionen muy bien ustedes esta noche, mis queridos amigos, sobre estas cosas. Recuerden ustedes que allá arriba, en el espacio infinito, en el espacio estrellado, toda acción es el resultado de una ecuación y de una fórmula exacta. Así también, por simple deducción lógica, debemos afirmar, en forma enfática, que nuestra verdadera imagen (el Hombre Cósmico, íntimo), que está mas allá del Ego y de los falsos valores, es perfecta. Y cada acción del Ser, incuestionablemente, es el resultado de una ecuación y de una formula exacta.
Se han dado casos en que el Ser logre expresarse a través de alguien que haya conseguido un cambio de imagen, valores e identidad. Entonces, ese tal se ha convertido en algún profeta, en algún iluminado, pero también se han dado casos (lamentables) en que aquel que haya servido de vehículo al propio Ser, no haya, en verdad, comprendido las intenciones de lo divinal. Cuando alguien (que sirve de vehículo al Ser) no trabaja desinteresadamente en favor de la humanidad, incuestionablemente no ha entendido lo que es la ecuación y la formula exacta de toda acción del Ser. Sólo quien renuncia a los frutos de la acción, quien no espera recompensa alguna, quien sólo está animado por el amor para trabajar en favor de sus semejantes, ha comprendido, ciertamente, la actividad del Ser.
Necesitamos pasar, repito, por un cambio total de sí mismos. Imagen, valores, identidad, deben cambiar, y en vez de tener la imagen pobre del hombre terrenal, debemos tener una imagen espiritual, celestial, aquí mismo y en carne y hueso. En vez de poseer los falsos valores del Ego, deben estar (en nuestro corazón y en nuestra mente) los valores positivos del Ser. En vez de tener, pues, una identidad grosera, debemos tener una identidad puesta al servicio del Ser.
Reflexionemos en todo esto; trabajemos, hasta que nos convirtamos en la misma expresión del Ser. El Ser es el Ser y la razón de ser del Ser, es el mismo Ser.
Distingamos, claramente, entre lo que es la "expresión" y lo que es la "autorreflexión". El Ego puede expresarse, más nunca tendrá autoexpresión. El Ego se expresa a través de la personalidad y sus expresiones son subjetivas: dice lo que otros le dijeron, narra lo que otros le contaron, explica lo que otros le explicaron, más no tiene autoexpresión evidente del Ser.
La autoexpresión objetiva (real) del Ser, es lo que cuenta. Cuando el Ser se expresa a través de nosotros, lo hace en forma perfecta.
Hay que desintegrar el Ego, el Yo, el mí mismo, a base de psicoanálisis íntimos, para que se exprese a través de nosotros el verbo, la palabra del Ser.
Hasta aquí mis palabras de esta noche
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¡Paz Inverencial!

Servidor Samael